En la sonoridad del gran silencio viven;
los amantes convergen, en el ser, en el querer.
Palpitan las sensaciones de sus almas, en las sombras, en las auroras.
Se comen deseosos, ansiosos, a besos;
estremecen, rendidos florecen.
Incontrolados, son cauces de sus vidas;
álamos pariendo a impulsos nuevos.
Perdidos, solos, en el llano infinito de sus trenzados cuerpos.
Así renacen, viven.
¡Ah!, los amantes: se buscan, se encuentran, se pierden... reverdecen en su follaje.
Eternizadas noches, delirio.
Pausas interminadas, claros y sombras, sí, permanecen nunca se han ido.
Ninguna dicotomía, son raíces singulares. Breve dilema, cantan sus manos.
Ellos: cielo, infierno, llanto, risa, nada;
en lo extraño del amor, confluye todo.
Rendidos sucumben en la planicie voraz de la vida, de sus sexos, de su tiempo.
Los amantes son nuevos y viejos, eros y juegos, sueños inmersos.
Los amantes, los besos, los tiempos; sus ojos, sus manos, son otra vez, cielo e infierno.
Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.
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