martes, 13 de noviembre de 2012

CARTA DE PACO ALPARGATAS

Cuento Breve.
(Demasiado)

Prólogo.

Carta enviada por mi amigo Paco Alpargatas a finales de septiembre de 2012, y entregada velozmente por el eficiente servicio postal en mi domicilio el 2 de noviembre. (¿algún presagio?).


Por considerar que dicha epístola pudiera ser de interés para algún sector de la sociedad, alguna ONG o la sociedad protectora de animales; me permito reproducirla íntegramente. Aclaro que, por las evidentes faltas en el estilo ortográfico no me responzabilizo; sin embargo, suplico al amable lector su comprensión, pues tan obvias transgresiones al buen escribir pudieron estar originadas en tan paupérrimo y vacilante estado anímico o a que tales lineas las escibió el sr. Alpargatas sobre sus etílicas rodillas a la hora de la botana en algún lupanar de muy mala muerte, de los cuales ultimamente es asiduo visitante. Allá les va... 



¡Uf!, me siento totalmente abrumado, está por concluir el tercer trimestre del año; de este año que según los eruditos mayas es la conclusión de una era. Tengo un enorme deseo que así sea, no me ha ido como yo quisiera, más bien todo lo contrario, estoy a punto de bajarme del mundo para siempre mediante la eficiente y depurada técnica de invención netamente mexicana: “de a palomita”.

Las razones para apearme son tantas que si las listara me temo que ocuparían un volumen similar al de la guía telefónica; aquí sólo algunas: escasez de actividad laboral, automóvil modelo carcacha, casado con la misma mujer desde hace 35 destartalados años a través de los cuales, ella se ha desparramado ilimitadamente, el casero se ha vuelto muy intransigente con el cobro, ahora no permite que se acumulen más de diez meses de renta, el menor de mis siete hijos embarazó a su novia, y en un acto “generoso” amablemente me dejó a cargo, ya que él se embarcó de inmediato con los ”Misioneros Globales del Alma Cuarteada”, cuya sede se ubica 500 millas más allá de Tasmania.

Para mi excéntrica suerte, la mamá de mi mujer pretende que le devuelva antes que inmediato, el importe de las 63 onzas de plata que me prestó para pagar el viaje a Acapulco en el verano pasado. Pobre ilusa. Me pregunto querido y mandilón amigo ¿Qué es tanta la incultura de esa insensible mujer, para no conocer el significado de la palabra inmaterialidad?, sabido es que, no sólo de pan vive el hombre (en este caso mujer, suegra, pero al fin y al cabo mujer). Es imposible pagarle por más que lo intento, aún no obtengo el premio mayor de la lotería nacional a pesar que juego cada semana buscando desesperadamente ganarlo, y además, el invidente dueño del expendio ya no quiere darme más crédito hasta en tanto no pague los 3,000 pesos de mi adeudo total, conformado por billetes, sopas instantáneas, cajetillas de cigarros, y paquetes muchos de chicles de menta libres de azucar.

Tantas presiones y desesperación me llevaron a consultar a un afamado chaman que me recomendó doña Chencha la portera. El tal brujo tiene su consultorio por el rumbo del Metro La Raza. Sin embargo en el extremo del infortunio, al intentar pagar por anticipado los honorarios por la consulta, ¡Zas!, que no pasa mi tarjeta de crédito, entonces tuve que dejar en pago, el radio y la llanta de refacción de mi destartalado auto.

Qué chaman ni que ocho cuartos, ¡desgraciado brujo timador y puñal!, me propuso que si iba con él a un bar de Lindavista, no me cobraría las siguientes 25 sesiones de la terapia, por supuesto que lo mandé a la china por naranjas en cuanto me empezó a manosear con el pretexto de que era para espantarme las malas vibras y envidias; según él, que así lo indicaba su maestra “la Paca”. De ahí me fui directito a “pare de sufrir”, pero no manches, se pasan de listos, querían una “contribución inicial voluntaria” de tan sólo 2,000.00 pesos, eso sí, me juraban que a partir de ese momento y de forma milagrosa cesarían todos mis sufrimientos. No le entré; los dos mil pesos hace años que no los veo juntos, y no quisieron aceptar los sesenta pesos en vales de despensa que aún me sobraban.

Amigo Benjamín por favor oriéntame, estoy al borde del precipicio. Mi mujer, para ejercer mayor presión sobre mi angustiada y flaca existencia, quiere traer a vivir a nuestra casa, a la cetácea de su madre, ¡no, no lo resistiré!, prefiero otra clase de martirio: ver una telenovela colombiana, un partido del América, asistir a una sesión del congreso, o incluso la máxima tortura para un ser humano: un discurso del “peje”.

En espera de tu amable y gentil respuesta, te reitero mi amistad incondicional y lealtad a toda prueba. (Ah, y yo no me fajé a tu novia la “popotes” en la secundaria, son puras habladurias, ya sabes cómo es la gente de envidiosa, fue el “harapos, el que se sentaba en la sexta fila con la “pecas”, la vieja gandalla que te traía de encargo y te madreaba siempre a la hora del recreo por que le hacias mal su tarea de matemáticas).

Tu amigo

Paco alpargatas.


Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.

martes, 6 de noviembre de 2012

SIN ODIO

Te he visto ser, nuevo cielo fulgurante.
Yo he vestido la gloria eterna sólo con desearte,
eternizado el tiempo, resquebrajado el miedo.

He muerto y renacido en vida tan sólo por amarte;
mis sueños fueron luego procesión de suerte.

Viva te he visto: coronada, deslumbrante.
Guardarte en un puño el universo para siempre,
esparcir a modo pleno destellos de tu vientre.

¡Cuánta divinidad solar en tu belleza de amapola!
Nada más existencial que los aromas de tu boca.
Me has visto perderme en el excitante talle
de tu aurora audaz, vívida e imperante.

¡Sí, yo te he visto volar libre, alas de gaviota!
Ah, deidad mortal con ojos de domingo.
Destellos profundos de Dios, luces y camino.

Así, es que te he visto desnuda por el viento,
besada y maternal en el alba por el cielo.
Fecunda, como la majestuosa rosa de los años,
libre e inmaculada en cada pausa de tus sueños.

¡Cuánta cósmica ansiedad en que te he llorado!, toda.
Abarcaste en el amanecer la necesidad de mis colores.

¡Así, reina y mujer, así, yo te he visto!
Feliz en la dicha de tu buenaventura,
esplendorosa en tus horas de fortuna.
Soberbia en la belleza que iluminas,
generosa en las maternas esperanzas.

Hoy estás en la ambigüedad del Sol,
en el crepuscular insomnio de la vida que te lleva; 
en la culminación de mí,
no de las estrellas plenas que te elevan.

¡Ay, mujer, mujer, tanto sabes lo que guardo!,
lo que he olvidado de ti… en el presente y el pasado.


Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción parcial o total a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.