jueves, 22 de marzo de 2012

PIEL NOCTURNA

Bajo la piel longeva de la noche, camino solo… furtivo.
Mecen al viento los hijos del cielo, samaritano y preludio.
En la espesura solemne del tiempo hay unos pasos cansados.
Viajan luceros, cometas; mesura imponente, recuerdos pausados.

Las farolas danzan, como fallidos fantasmas; en los albores.
Enigmático, imperturbado, el universo es abanico meciendo colores.
Camino, mi tiempo sin prisa, sólo me importa ella… la vida.
Los pájaros son mensajeros, las estrellas señoras; la luna cautiva.

El sendero es mar, es agua de plata, caricia pronta, cauda, reproche.
Es doncella virtuosa, a las doce, en el corazón de dos… yo y la noche.
El tibio aliento quiere besarme, ocurrente, en la frente, en los ojos.
Mis manos son remolinos quietos, guerreros dormidos, soñando, de hinojos.

Tiritan las luces, llegan los disfraces; de las luciérnagas, de las gladiolas.
Cálido el aroma, envuelve en capullo el torrente que arrulla las horas.
Duermen tersas las letras nocturnas en el oído de las nubes curiosas.
Sus piernas son llanuras geométricas, la noche y sus labios, lírica, poética.

Ángeles osados, encaramados en mis hombros; retozan, hay tornaboda.
Esparcen luceros prendidos y atrevidos, en mi taciturna boca.
A espaldas de mañana, estoico, el porvenir me espera, sin amarras.
Camino sonriente, tengo argumentos, vivo sereno, osado… liberado …


Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.

domingo, 4 de marzo de 2012

EL OLVIDO

Para Juanito y todos los años de su equipaje.


Es la noche del alma ausente,
moribunda y triste, en girones (inexistente).
Abismo que abraza el infierno,
en la negrura brutal de sus ojos perdidos,
vencidos, como parias, sin caminos, sin vidas.
Las manos, desesperanza rastrera, hiedra cortante.
Áspera piel sentida, llanto suplicante, errante.
Sordos y mudos, todos; miseria llorada en la sangre.
Taciturno el tiempo se agolpa en el agónico silencio.
Presteza que olvida, el espejismo, la vida, el esplendor,
viento interminable, ramillete inconsolado, espacio silente.
Es lo triste, lo aciago, la pena; es el hombre… llorado, olvidado.
Desventura en el andar gastado: de la luna, del dolor, de Dios.
Perversas horas de ilusión, aprendizaje innecesario.
Vano el corazón del páramo vivido, tristeza, pena, trituración.
Es el hombre, arrumbado, defenestrado, muerto… en el olvido.
Llegan puntuales las aves de mayo en su carruaje dolido;
son mudas, alas atadas; difuminadas horas perdidas.
Apura una tumba, inmensidad que aclama;
conciencias que dudan, maleadas, forjadas.
Almendro, ¿dónde estás?, mi alma dice que engañas.
Contemplación, mortaja abandonada, tu alma ajada con vida, vaga.


Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.