Blancos muslos de luna,
en el laberinto de tu tarde, cautivos yacen perdidos.
Se embriagan presuntuosos en mi boca, en las horas (vividas).
Cabello de trigo soleado, extasiado, anclas mis manos a tus senos.
Ríos furiosos te cercan como al silencio las ansias plenas.
En el claustro de humedad, el eco de tu cuerpo solitario me provoca.
La verdad de tu belleza socava al tiempo, como la hierba.
Dame, indulgente, la paz que necesito, hoy que muero por ti.
Hoy que suave me deslizo, hoy que en tus ojos fugitivos, dócil... agonizo.
Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario