Para Juanito y todos los años de su equipaje.
Es la noche del alma ausente,
moribunda y triste, en girones (inexistente).
Abismo que abraza el infierno,
en la negrura brutal de sus ojos perdidos,
vencidos, como parias, sin caminos, sin vidas.
Las manos, desesperanza rastrera, hiedra cortante.
Áspera piel sentida, llanto suplicante, errante.
Sordos y mudos, todos; miseria llorada en la sangre.
Taciturno el tiempo se agolpa en el agónico silencio.
Presteza que olvida, el espejismo, la vida, el esplendor,
viento interminable, ramillete inconsolado, espacio silente.
Es lo triste, lo aciago, la pena; es el hombre… llorado, olvidado.
Desventura en el andar gastado: de la luna, del dolor, de Dios.
Perversas horas de ilusión, aprendizaje innecesario.
Vano el corazón del páramo vivido, tristeza, pena, trituración.
Es el hombre, arrumbado, defenestrado, muerto… en el olvido.
Llegan puntuales las aves de mayo en su carruaje dolido;
son mudas, alas atadas; difuminadas horas perdidas.
Apura una tumba, inmensidad que aclama;
conciencias que dudan, maleadas, forjadas.
Almendro, ¿dónde estás?, mi alma dice que engañas.
Contemplación, mortaja abandonada, tu alma ajada con vida, vaga.
Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.
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