Están ahí, mirando,
sentados a la vera de la indiferencia,
la miseria de quienes pasamos
olorosos, indignados,
resignados, persignados.
Están ahí, olvidando
a contratiempo;
desaliñados, desalmados,
doliéndome de veras.
Y yo les lloro sin lágrimas,
sólo rencor, ¡lo siento!
Deseo olvidarlos de prisa,
pero continúan ahí;
casi percibo su aliento
impune travieso.
Y los veo estar ahí,
lacerando sin preguntas,
¿por qué me hieren tanto?,
si a fuerza de serlos
intento olvidarlos.
Están ahí,
afortunados, dichosos,
agraciados, benditos,
tesoros del cielo.
No se angustian,
no son juzgadores,
pero me duelen,
al menos por un instante
me duelen.
Dice el espejo que crecen,
y entonces mi cara les llueve.
Me ven a contrasentido
y sienten tristeza,
una infinita tristeza que los hace
lapidarios, incongruentes.
De mañana muy temprano
están ahí,
¡no comen, no beben!,
¿son premisa de la suerte?,
¿son examen de conciencia?
Están allí, incólumes
incontables, eternos,
inmaculados, inamovibles,
pobre de mí,
qué envidia de ellos.
Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.
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