Artículo.
El pasado lunes me enteré de la muerte del niño Jonathan “N”, de siete años, en el estado de Jalisco. Según las versiones de sus padres, “Beto”, un compañero de clases de la misma edad, hundió la cabeza de Jonathan en la taza del baño en varias ocasiones para obligarlo a que le entregara el dinero que traía en los bolsillos.
A consecuencia del salvaje e injustificable hecho, los pulmones del niño se infectaron con la materia fecal del retrete, lo que finalmente ocasionó su muerte después de haber sufrido tres paros respiratorios. El macabro bullying había cobrado otra víctima.
Esto es un acto de barbarie tal que nos afrenta y avergüenza como sociedad, y que exhibe ignominiosamente el grado de descomposición social por la falta de una educación sólida construida por valores desde el seno familiar.
De acuerdo con testimonios, la agresión ocurrió en la escuela primaria Valentín Gómez Farías de la comunidad de Encinillas, y mencionan que no era la primera vez que “Beto” agredía a un niño de su salón. Si esto ya había sucedido, surgen inmediatamente preguntas: ¿Por qué las autoridades del plantel escolar no tomaron las medidas preventivas necesarias para corregir la conducta del presunto agresor y proteger al resto de los condiscípulos? ¿Por qué ocultaron el suceso?, ¿acaso quisieron evitar el escándalo? Y los padres de “Betito”, ¿cuál fue su actuar en todo esto?
La licenciada en Trabajo Social, Isabel Gómora, accedió a conversar sobre el espinoso asunto del bullying: “Los acosadores escolares normalmente padecen conductas disruptivas que se originan en su núcleo primario. La mayoría proviene de familias disfuncionales y padres golpeadores, por lo que replican en la escuela el modelo conductual aprendido”. –Desde su experiencia, ¿cuál es la solución?- “Definitivamente en el ámbito familiar, en la corresponsabilidad de padres comprometidos con los hijos y su educación, pero también de las autoridades y sociedad”
Para abundar en la materia, vía telefónica solicité la opinión del senador perredista Mario Delgado Carrillo, quien ha sido uno de los escasos políticos preocupados y ocupados en este delicado y aberrante tema, quien incluso, desde el Senado, impulsa la creación de la Ley General para la Prevención de la Violencia en el Entorno Escolar. Esto fue lo que dijo: “En este lamentable caso de Jonathan, la información no es muy clara, ya que como en otros, la reacción primaria es tal vez pretender ocultar información”.
“El acoso escolar nos lleva a la necesidad de abrir los ojos ante una realidad que está presente”. –Y Delgado Carrillo abundó: “la violencia que vive el país se está filtrando a los hogares, por eso cobra relevancia que en las familias se insista en la cultura de paz hacia los demás”.
Y el también presidente de la Comisión del Distrito Federal del Senado pone el dedo en la llaga, pues la acción salvaje, incendiaria y enfermiza del bullying puede y debe tener castigo para quien lo ejecuta, pero también a quienes lo propician, alientan y ocultan, sea en los planteles escolares o en los hogares. No hay excusa que justifique en modo alguno el demencial comportamiento, ya que éste no surge de modo espontaneo de un día para otro. Entonces, ignorar las conductas anormales de los “acosadores”, además de inmoral, es convertirse irremediablemente en cómplice de un hecho delictivo.
La familia, como célula de la sociedad, es donde radica la solución al deleznable bullying. Nada de complacencias y mucho menos de tolerar la violencia en el hogar, pues normalmente ésta suele acompañar en la mochila, con todos los demonios que la conforman, a los estudiantes sin importar la edad, sexo, religión, condición social o preferencia sexual. El antídoto se encuentra en la máxima de un mexicano ilustre: “el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Hoy, el muy triste caso de Jonathan ha cobrado notoriedad en los medios, y aun así, las autoridades de Jalisco han sido indolentes y poco claras en la información del ilícito; deben dejar de lado la opacidad e informar puntualmente de los avances en la investigación, pues la pretensión de que el caso se enfríe no es buena para nadie. La impunidad es el mejor aliciente para reincidir.
Todos los días, en México, el número de agresiones en las escuelas es verdaderamente alarmante, y los números no mienten. Según cifras de la OCDE, a nivel secundaria nuestro país ocupa el primer sitio en el mundo en cuanto a los casos por acoso escolar.
La urgencia para atender este cáncer social es impostergable, pues el futuro es aterradoramente sombrío. Asumir por parte de los padres, los maestros, las autoridades y la sociedad en su conjunto una conducta preventiva, es dar un paso firme en el camino de la legalidad, de la sana convivencia y de la solución en su raíz, para tan complejo y por ahora desbordado, gravísimo problema social.
No esperemos a que ocurran más muertes como la de Jonathan, si lo permitimos, corremos el riesgo de que cualquier día el hogar enlutado pueda ser el de algún familiar o conocido, o incluso, dolorosamente… el nuestro.
Mi abrazo solidario y lleno de cariño para los papás y familia de esa inocente víctima, cuya vida fue truncada en el umbral de un amanecer promisorio… sin razón alguna, sólo con… sangre.
STATU QUO POLÍTICO.
El presidente Enrique Peña Nieto envío al Senado su propuesta para que Monte Alejandro Rubido García, ocupe el cargo de secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Quien se desempeña desde el sexenio pasado como titular del Cisen posee amplia experiencia en temas de seguridad.
Previa ratificación de la cámara alta, el licenciado en Derecho por la UNAM, tiene ante sí una enorme y delicada tarea, sin embargo cuenta con más de 30 años de trabajo en áreas de seguridad y eso le da un buen capital para desempeñar con éxito su labor. Así que le deseamos buena suerte.
Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.
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