Deja tus manos de cedro añorando mis pasos,
eres la novia dormida mirando los años.
Siente mi fuerza del barro forjada en tu encanto,
toma fecunda la lluvia llorada en tus brazos.
Guarda del viento solemne su canto pausado,
escucha serena el pálpito eterno del fuego callado.
Subyuga, cautiva, sí, al dominante verso del cielo,
vence la estéril malicia del mundo en tu agraciado manto.
Anda ya, camina grácil, como vid desnuda en la profunda tierra,
anuda el silencio púrpura en la cadencia nueva de tan limpias horas.
Vuela libre, hermosa, en la mañana, regala tu desnudez a mi rocío sediento,
murmura con tus albos pétalos la suave embriaguez nacida en el encanto.
Cincela a modo lento exquisitas flores blancas en tu valle, en tu aposento.
Escribe, sin pensarlo, las matutinas sílabas de tu nombre.
Rinde culto a las extrañas horas de la vida, del Sol, del hombre,
monta tu sonrisa en el vaivén de los deseados minutos cada instante.
Guárdate festiva como una oda íntima en los sueños de mi muerte,
deja el cielo abierto allá, en las noches, y dime sólo adiós, dejándome mirarte.
Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.
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