miércoles, 11 de julio de 2012

SANTUARIO

Nunca le pareció la vida tan hermosa ni tan remota la maldad.
Oscar Wilde.
El crimen de lord Arthur Savile
Capítulo III, página 25.




Me quedo solo, igual que hiedra perdida en el traspatio.
El ruido se ha marchado al miserable infierno.
Cuánto disfruto obscenamente del silencio.
Acaricio entonces la vida amplia… de los geranios. /


En la suntuosidad de las calladas horas,
mis manos inquietas ya reposan, en la nada.
Los rostros flotan sin remedio, en el recuerdo.
Viajan desbordados mis ojos al pasado. /


Relumbra el alma en libertad.
Los colibríes visten perfumados.
El mundo se contiene; curioso mira sonriente
la inminencia del verano.
La rosa dormita abrazada con la tarde púrpura de mayo. /


Suspira el viento en la avistada senda cierta
de los años ya marcados.
Muere abandonada en mis brazos la monótona sequedad de la zozobra,
y bebo yo, en lentos sorbos, cada día, cada letra, cada hora. /


Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.

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