sábado, 1 de diciembre de 2012

¿NUEVO PRI?

Artículo.

En este mes de diciembre, los mexicanos iniciamos, para bien o para mal y por los próximos seis años, una nueva etapa de gobierno con el PRI al frente de la administración pública.

Para el ciudadano común y corriente, que conformamos la contundente mayoría de la población en el país, el regreso del partido tricolor al poder después de doce años constituye, tras las decepcionantes administraciones panistas, apenas una leve luz de esperanza en las apremiantes necesidades de cada día.

Es indudable que el nivel de bienestar en los mexicanos se pauperizó aún más en los dos últimos sexenios panistas: el desempleo abierto aumentó a niveles alarmantes, el subempleo creció substancialmente. Ante esto, muchos connacionales encontraron en el comercio informal un endeble salvavidas para poder sobrevivir, y muchos otros se vieron obligados por la necesidad a emigrar en busca del cada vez más lejano y cruel “sueño americano”. El Presidente del “empleo” simplemente se dedicó, eso sí, con intensidad, a otras actividades de mayor “relumbrón” político.

Una de las necesidades básicas del ser humano es la seguridad, y en esta obligación el presidente Calderón fracasó de manera estrepitosa al conducir a la nación y a las fuerzas armadas a una inútil, sangrienta y costosa guerra contra el crimen organizado. Los miles de muertos a consecuencia de tan grave yerro son los más absolutos y tristes testimonios de esa guerra fallida que sólo logró exacerbar, como nunca en la historia moderna, los índices de violencia en buena parte del territorio nacional.

En el gobierno calderonista la corrupción se paseó de manera impune e inmoral, y se exhibió vergonzosamente a través de casos tan ignominiosos, sólo por mencionar algunos, en: las fugas masivas en los penales tanto en los federales como en los estatales, el proyecto y construcción de la “célebre” Estela de Luz, los obscuros contratos y negocios en la CFE y Pemex, en el Instituto de Migración, pero el punto máximo se evidenció grotescamente en lo que más daña a la sociedad mexicana: la falta de una aplicación digna, efectiva y expedita de la justicia, la que normalmente es vendida al mejor postor por quienes deberían impartirla, tal como lo evidencian los casos de personas declaradas inocentes después de haber pasado años recluidas injustamente.

Hoy, miles de jóvenes carecen de oportunidades para ingresar a planteles educativos, muchos otros egresan de las universidades sólo para formar parte del voraz demonio del desempleo, convirtiéndolos potencialmente también en un peligroso caldo de cultivo a favor de la delincuencia. Es definitivo que se requiere con urgencia destinar verdaderamente mayores recursos a la educación e investigación, pues sabido es que talento lo hay, y de sobra, en los mexicanos; así lo demuestran todos aquellos que brillan en el extranjero, lo mismo en la NASA que en las mejores universidades, en las artes, o incluso en la iniciativa privada. Lo que es bárbaramente ineficiente y se convierte en un pesado lastre es la deplorable infraestructura en calidad y cantidad que conforma el desigual sistema educativo mexicano.

La industria mexicana, salvo muy honrosas excepciones, está muy rezagada con relación a otras economías emergentes, ya no se diga respecto a las naciones desarrolladas, o incluso con las asiáticas; todo originado principalmente por la falta de inversión en los rubros de investigación y desarrollo, lo cual nos ha llevado a constituirnos en meros maquiladores y ser dependientes tecnológicamente de otros países, lo que es equivalente a colocarse en el mediano plazo un revolver en la cabeza.

Tiene, pues, el PRI ante sí una oportunidad inmejorable e histórica para corregir sus errores del pasado por los cuales la sociedad mexicana lo echó de Los Pinos, esa sociedad que estaba harta de las eternas y nefastas prácticas priistas: corrupción, ineficacia, demagogia, compadrazgos, clientelismos, falta de justicia y la producción vergonzosa de nuevos políticos ricos cada sexenio.

México en el 2012 es otro. Su sociedad evolucionó hasta convertirse en la actualidad en un crítico implacable, dejó de ser el observador pasivo y pusilánime para ser un actor cotidiano en la vida del país. De poco o nada sirve el insultante discurso de que la macroeconomía está en niveles excelentes si tal mejoría no se refleja en los bolsillos y en las mesas de millones de familias en la República Mexicana.

¿Podrá y querrá el PRI insertar a este poderoso México en la justicia, progreso y modernidad? A este maravilloso país que, como lo dijo Colosio en su memorable discurso de 1994: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia… un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.

Con hechos, el PRI deberá demostrar si regresó para gobernar únicamente por seis años, o su proyecto y compromiso con los mexicanos y la historia es verdadero y a largo plazo. Ellos tienen la palabra y los hechos, sólo ellos.

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