martes, 29 de mayo de 2012

RENÉ AVILÉS FABILA, EL CABALLERO

Hace algunas semanas mi editora, quien también desempeña el estoico papel de soportarme en su vida afectiva, me avisó que estaba gestionando una cita para comer con René Avilés Fabila; el propósito principal era conocer su opinión acerca de los dos libros de poesía y cuento que publiqué en 2011 y 2012.
La cita se formalizó para el 28 mayo a las dos de la tarde en el restaurant El Cardenal, en el impresionante Centro Histórico de la ciudad de México.

Llegamos puntuales, ya estaba ahí; a distancia lo observé cuidadosamente: impecablemente vestido, lucía muy elegante en ese traje azul marino. Nos saludamos cordialmente y la charla inició de inmediato. Es un conversador excepcional, de humor espléndido, agudo, y memoria envidiable.

Nos contó anécdotas memorables, de su trascendente paso por Excélsior en los años dorados del periódico, cuando dirigió “el Búho”, la espléndida sección cultural del diario, que jamás fue la misma después que René renunció en un acto de congruencia y dignidad, ante la ominosa censura que le pretendieron imponer.

Este distinguido universitario, egresado de ciencias políticas de la UNAM, nos comentó cómo en años posteriores recibió clases, entre otros, de escritores de la talla de Juan Rulfo, cuando Rulfo era ya un “monstruo” de la literatura, y también Juan José Arreola lo contó entre sus discípulos.

En tanto disfrutábamos de la comida, venían raudos temas interesantísimos, como el de la ruptura entre Octavio Paz y Carlos Fuentes, la opinión sobre Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Juan José Arreola, José Agustín, Vargas Llosa, Borges y García Márquez.

La charla transcurría placentera con este prolífico escritor, hoy sin duda referente obligado en el mundo cultural, no sólo de la capital, sino en el país entero. Inteligentemente también comentó de política, del momento actual que vive la nación en el tema electoral y social.

Es efusivo cuando se refiere a la ciudad y en particular al Centro Histórico, donde prácticamente transcurrió su infancia y juventud con la influencia de sus padres, de quienes se refiere con amor y generosidad, tal y como corresponde a su buena cuna.

Tuvo la delicadeza de comentar mis libros, y lo hizo como lo hacen los grandes: con generosidad, cuidado, pero con firmeza. Trató bien las dos ediciones, particularmente la segunda, y me sugirió algunas lecturas.

Generaciones de afortunados alumnos han pasado por las aulas con René, quien actualmente es profesor emérito de la UAM, y columnista en los diarios Excélsior y la Crónica. Y si lo anterior fuera poco, me enteré que es fundador del Museo del Escritor, donde hay originales de libros y fotos dedicados a él por “estrellas” de la literatura.

Hoy hice realidad un sueño: conocer al maestro, a ese maestro que ha dictado conferencias en París, Estados Unidos, y a quien hace años tantas veces leí en “el Búho”, pero al que nunca me atreví a enviarle lo que yo escribía en aquel entonces.

Terminamos de comer y mi "editora" nos tomó varias fotos. Definitivamente mi impresión acerca de René es la de un hombre muy inteligente, como pocos, charlista excepcional, de tremenda cultura, ¡simplemente un señorón!

Gracias, René, por tu tiempo y compartir con un modesto escritor tu talento y cultura.

Benjamín

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