jueves, 10 de mayo de 2012

30 de abril, ¿el Día del Niño?


Con amor para Amaranta, Pao, Tony, Irra, Nata, Mónica, Diana.



En días recientes, el jefe de gobierno de la ciudad de México declaró durante un evento: “ la sociedad mexicana también discrimina a los niños”, esto lo sabemos todos en nuestro país, no es nada nuevo; lo interesante de tal declaración-aceptación radica en que la haga un político.

Indio, negro, chaparro, gordo, flaco, burro, pobre, naco, granoso, maricón, ñoño; son algunas de las “florituras” con las cuales “calificamos” a los niños dentro del propio seno familiar, la escuela, el barrio o las calles. La intolerancia del mexicano (existen excepciones, aclaro) hacia sus hermanos de raza es “generosamente” ofensiva y humillante; en la mayoría de los casos es, ahí sí, “rápida y expedita”.

El mexicano, que, en otros casos, tiene la bien ganada fama de hospitalario, solidario, creativo, es decir, simple y llanamente de buena persona, muestra en aquella manifestación de su conducta la parte más obscura de su comportamiento; pareciera que complejos y traumas aguardan a flor de piel.

Pero esa perversidad alcanza dimensiones infinitas cuando de los llamados “niños de la calle” se trata. No hace mucho escuché, en un lujoso centro comercial al norte de la ciudad, a una adolescente como de unos 16 años, de apariencia potentada, comentarle a su madre, “mira, ma', esa pordiosera, que asco, uf, y lo peor, o sea, sus tenis no combinan con los jeans, de plano que mal gusto, ¿eh?”. La pordiosera a la que se refería era una niña de unos 14 años, vendiendo flores.

La frivolidad e intolerancia, sin embargo, no se generan de manera espontánea; surgen al trastocar los valores y el respeto desde que somos niños, en la familia. Aquí no sólo son inaceptables, moral y éticamente, tales conductas, sino absolutamente reprobables y condenables.

Los estereotipos que nuestra sociedad diseña y acepta actualmente son comprados ilusamente por muchos jóvenes y adultos; ser o parecer: “güerito”, “alto”, “delgado”, “rico”, usar el modelo más reciente de teléfono inteligente, lo cual no necesariamente es malo; se convierte en ignominioso cuando tales “virtudes y cualidades” se transforman en parte de un uniforme de guerra para ofender y lastimar a los demás a través de la discriminación.

Es responsabilidad ineludible de la sociedad mexicana, en conjunto, corregir y redirigir el camino mediante el cual debemos educar y reintegrar a los niños a los valores fundamentales de respeto, tolerancia y aceptación hacia los demás, ésa es la semilla que como nación cosecharemos en el futuro. De poco o nada nos servirán el día de mañana los lamentos si no somos capaces de escuchar los lastimosos, hirientes y tristes adjetivos que se convierten también en severas voces de advertencia, mediante los que cotidianamente hacemos escarnio y discriminamos a nuestros niños, convirtiéndolos a su vez en consumados y perfectos discriminadores.

Sin embargo, en este día me congratulo, y debo así manifestarlo y reconocerlo, por todos los niños que afortunadamente no entran en la zona terrorífica de la bestia de la discriminación; mi felicitación a todos ellos y a los corresponsables, en la familia, escuela y entorno social.

Autor: Benjamín Torres Uballe; prohibida la reproducción total o parcial a través de cualquier medio con fines de lucro sin la autorización por escrito del autor.

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