domingo, 17 de enero de 2010

LA LECHUGA Y BETTI

CUENTO



Transcurrìa 1979, tenía yo en aquel entonces casi 27 años, era aùn joven y estudiaba la carrera de administración de empresas; por aquellos días recién había entrado a trabajar como auxiliar de crédito y cobranzas a BNN RECORDS CO.; (despuès de que junto con mi amigo Castru nos corrieron del anterior trabajo por desmadrosos), el sueldo era francamente raquítico, sin embargo era una transnacional muy grande y laborar ahí significaba adquirir experiencia y hacer curriculum, lo cual servía además para presumir con los amigos y las chicas.

Una de mis actividades en el àrea de crédito, consistìa en llevar al departamento de ventas, después que mi jefe “patas verdes” los autorizaba, los pedidos de los clientes; esto sucedìa unas 10 veces en promedio cada día. En ese ritual cotidiano uno se va necesariamente relacionando con las contrapartes; para el caso, afortunadamente eran féminas. Una de ellas y con la que más trato tenía se llamaba Beatriz; una gûera alta, no muy bonita pero de exuberante carrocería y amable. Sin embargo a leguas se veía que me aventajaba en la vida con un buen caudal de experiencia de todo tipo; por lo cual me impresionaba y me gustaba aùn màs. (Bueno, a esa edad le gustan a uno todas...ok sì sì, està bien, màs a mi que tengo corazòn de condominio).

Despilfarraba mi vida en la rutina de lunes a viernes, entre el trabajo y los estudios; y los sábados con mis cuates “esquineando” (verbo que significa: parados sin hacer nada, absolutamente nada ), en la esquina de la 1 “C” y el blvd. panamericano, maroleando o admirando a las chicas, según fuera el caso, y mirando con malos ojos a los que nos caían mal; pero si acaso por un inusual y fortuito acto de la vida teníamos algo de dinero, pues nos comprábamos una botella de “San Marcos”, y a emborracharnos furtivamente. Si no “esquineàbamos” o nos emborrachábamos, entonces, y sólo para pasar el tiempo iba a ver a mi novia de la colonia, Elenita, morenita simpàtica y de ojos bonitos.

Cierto día y con motivo de la celebración de Halloween, en la escuela mis condiscípulos organizaron una fiesta por cooperación en casa de “Lola la gorda”, compañera de clases y una de las pudientes, pero fea y gordis (que por cierto me quería tronar mi cochinito).
Ante tal suceso y sobreponiéndome a mi miedo, me armé de valor e invité a Betti la chica de ventas, seguro estaba que no aceptaría, me dijo que más tarde me daría su respuesta (casi siempre el preámbulo decente en que una chica lo manda a uno a la chi…na por naranjas).

Ya casi a la hora de la salida unos diez minutos antes, y perdida toda esperanza, me llamó Betti para decirme que sì quería ir. ¡Sorpresa, tremenda sorpresa, debo admitirlo! Me dio la dirección de su casa para pasar por ella una hora y media después.

Toco el timbre y sale, ¡guau!; se me cae la baba internamente, ¡está más que buenísima!, nos vamos en el camión y metro, vamos platicando del trabajo, me pregunta de la escuela; creo, esto constituye el parte aguas, al parecer se da cuenta que no soy menso; bueno la verdad es que se aprende en la escuela, y yo estaba ya en el proceso de que se me quitara lo silvestre.

Llegamos, está prácticamente toda la clase reunida, los más mujeriegos se me acercan de inmediato a saludar, mejor dicho para echarle un vistazo de cerca a Betti, pero como ya los conozco les doy la vuelta y nos dirigimos a donde están sirviendo las bebidas; ahí me encuentro a mis meros cuates Rubén y Ernesto platicando con “Lola la gorda” quien por cierto hace fuchi y no lo disimula, lo que me importa un carajo; me pasan dos bebidas color café, y les presento a Betti, ambos son muy decentes, y aunque Rubén es todo un play boy sumamente peligroso, guarda su distancia.

La bebida, me dice el cantinero, se llama “papa”, es rica pero pega más fuerte que una suegra encabronada; echamos mucho relajo y plática, Betti se ve que está contenta; la gorda ya medio peda viene a sacarme a bailar, (no estoy seguro pero creo me acabo de alburear yo solito), ràpido le encandilo a Rubén que generosamente sale al quite y baila con ella, le debo una. *

Cerca de la medianoche nos despedimos de Ernesto, Rubén y la gorda; Rubén dice que nos lleva, y claro que le acepto el ofrecimiento; llegamos, nos bajamos Betti y yo para despedirnos, me da un beso en la mejilla, lo que me deja completamente emocionado y un tanto nervioso...usted, amable lector me entiende ¿verdad?.

Rubén me da un aventón a mi casa, y en el trayecto me dice que la gûera esta rebuena, que cuando ya no la quiera se la pase, se la miento y nos reímos un chingo, ja ja ja ja.

Llega el fatídico lunes y a trabajar ni modo, mucho trabajo; como a mediodía la primera remesa de pedidos a ventas, voy subiendo la escalera un tanto chiviado y nervioso por el encuentro con la gûera, le entrego los pedidos, y ella sin aspavientos me saluda y me dice, gracias. (Siempre la mujer es envidiablemente màs madura que el hombre).

En la empresa había servicio de comedor para los empleados, y yo solía comer con mi jefe “patas verdes” y otros compañeros del departamento; estaba ese día en la fila esperando mi turno conversando, cuando llega Betti y me dice ¿puedo comer con ustedes? Desde luego, sería un honor le contesto un tanto sorprendido, transcurrió la comida muy amena, y al final que se fueron mis compañeros yo la acompaño a su lugar, en el camino me dice que se la pasó muy bien en la fiesta y que únicamente faltó un poco más de buena música para bailar, le digo que sì, y que sè de un lugar muy bueno para eso, que un día que tenga dinero y ella acepte, la invito.

Era día 15, bendito día de paga; ya no traía ni para los pasajes, pero tan memorable suceso de recibir mi exigua quincena me proveía oxigeno puro; me armo de valor impulsado por mis hormonas y le llamo a Betti para invitarle un café a la salida, me dice que no, mejor acepta la invitación del baile para el próximo sábado.

¡Qué problemòn, me lleva el carajo! Por hablador. No contaba con esto tan rápido, además yo ni conocía “La Lechuga”, sólo estaba faroleando para apantallar a la gûera; me enterè del lugar a través de mi mejor amigo en esa época, *Ricardo; buen tipo e hijo de papi, estudiante también de administración, pero en la ibero; me había dicho que en “La lechuga”, una discoteca llamada así en aquellos tiempos, tocaba una banda muy buena llamada los “Five Fingers” y que el lugar estaba bastante fajador, además de ubicarse en el Hotel Aristos sobre Reforma y en plena zona rosa, lo cual era un verdadero lujo para la època.

Esa noche en cuanto lleguè de la escuela, lo fui a buscar a su casa (era mi vecino), le platique mi apuro y después de reírse un chingo el muy desgraciado, me dio más información; a que hora era conveniente llegar, como ir vestido, cuanto costaba el cover, cuánto los tragos, etc., me insistió eso sí en que no era lugar para llevar a prófugas del metate como las que acostumbraba, le digo que voy a ir con su hermana, entonces me receta una sarta de maldiciones y me dice que ya no me quita mi tiempo.

Hago mi tarea, ceno y me voy a la cama, caray no puedo conciliar el sueño; entre la emoción de la cita con Betti y la preocupación de lo que me va a costar, de plano estoy "apen...tontado"; hice un estimado y necesito màs de la mitad de mi quincena, bueno a ver como salgo de este lío.

Toco el timbre y sale; ¡No mam…! viene a todo lo que da, nos saludamos de beso en la mejilla, y tomamos un taxi (primer hoyo a mi cartera), Al Aristos en reforma le digo al taxista, inicio bien, me parece que la apantallo.

Llegamos, me bajo y le abro la puerta, ¿Cuánto es? 17.00 pesos, le doy uno de 20.00 y le digo guarde el cambio, segunda apantallada (me dolió hasta el alma dejarle los tres pesos); vamos subiendo al primer piso donde se ubica la discoteca, nos recibe el capitán y nos pregunta mesa para cuàntos (¿que no veía el guey que somos dos?), digo que dos, y discretamente tal como me lo sugirió mi amigo, le deslizo en la mano un billete de veinte pesos, funciona, nos da una mesa muy cerca de la pista y de donde toca la banda, eran unas mesas chiquitas redondas, le pregunto que si le gusta el lugar, me dice que está increíble y me besa en la mejilla. Viene el mesero y nos pregunta que vamos a ordenar, le pregunto a ella y me dice que lo mismo que yo, (paso aceite, no conocía mucho de bebidas) pero reacciono muy rápido y pido lo que me aconsejó Ricardo: dos bobadilla 103 etiqueta negra con sidral, me informa el mesero que el grupo inicia a tocar como en 30 minutos, seguimos conversando y el lugar en verdad está chingòn me ha gustado muchísimo, hay unas 40 mesitas, luz tenue, pero sin llegar a ser obscuro.

Sale la banda, el lugar ya está lleno, se presentan, e inician con “¿crees que soy sexy?” de Rod Stewart, ¡qué bien tocan estos cuates de verdad! estoy emocionadísimo, por un momento me olvido de Betti; tocan como unas diez piezas más de ese genero, en las cuales nos paramos a bailar, la gûera es extraordinaria bailarina, y yo un lelo total para el baile, pero como se bailan sueltas y en la bola, pues ni quien se fije.

Anuncian una pausa de 30 minutos, lo que nos cae muy bien ya que ordenamos otra copa y charlamos, está supercontenta, dice que còmo conocí el lugar, le digo que con unos amigos de la escuela hace ya mucho tiempo (si supiera), mentalmente hago cuentas del consumo y voy dentro de lo planeado, afortunadamente ella no es de tragos según veo.

Regresan “Los Five Fingers”, continúan tocando unas cinco rolas movidas, y luego cambian a música romántica lenta en ingles, inician con “hazlo contigo” de bread, e inmediatamente “color my world” de Chicago, luego, la cadencia de la música, el lugar, el rollo que le estoy tirando, hacen lo suyo; le pregunto si quiere ser mi novia y me dice que sí, nos besamos, un beso muy padre, sin lujuria de por medio. (Aùn no tenìa como asesor eròtico al mostro).

Bailamos como hasta la una de la mañana y me dice que si nos vamos ya porque sino la va a colgar su mamà.

Pago y salimos (fue menos de lo que presupuesté), nuevamente taxi hasta su casa, todo el camino en silencio tomados de la mano, en aquel entonces no era yo tan perverso; llegamos, nos besamos despacito como quienes empiezan a quererse.

En tanto me duermo, voy repasando lo sucedido esa noche, ¡estoy sumamente feliz!; que lugar “La Lechuga”, y la banda, simplemente ¡extraordinaria!, me gustaría volver.

Salí con Betti más o menos un año y volvimos a ir a “La Lechuga” unas tres ocasiones más; la relación se enfrió paulatinamente, ya que yo me cambié a un mejor trabajo, a KFT LIMITED COMPANY, con mejor puesto y mejor salario, estando ya por concluir mi carrera de administración.

En esa enorme empresa, éramos unos 1,300 trabajadores en total, de los cuales unas 1,000 eran mujeres entre obreras y empleadas; creo que esto me echó a perder y marcó el inicio de mi carrera de mujeriego; tras dos plantones seguidos a Betti, con toda justificaciòn y derecho me mando a la fregada vía telefónica, lo cual internamente agradecí, ya que yo estaba saliendo para ese entonces con la Zeròn, que me gustaba más que la gûera, tanto que anduvimos como unos tres años, y sí claro, “La Lechuga” era indispensable en nuestras salidas; después fui alternando a la Zeròn con La Pérez León que a su vez me gustaba más que la Zeròn, basta decir que fue mi novia formal 5 años, en verdad me gustaba mucho; “La Lechuga” siempre estuvo presente, no podía faltar.

KFT marcó para bien mi desarrollo profesional; durante mi estancia ahí, me recibí y titulé, en consecuencia gané mejor sueldo y ocupe mejor puesto, también conocí a la que fue mi pareja en la graduación en la hacienda de los morales; Nancy, la secretaria del director de administración y finanzas, chica mayor que yo, pero muy guapa y culta, y que por cierto desarrollò en mi el gusto por la mùsica clàsica, además era poseedora de un excelso trasero, y a quien en una visita a “La Lechuga” en compañía de otras parejas de amigos, no me atreví a besar a pesar del coro insistente, la neta me imponía esa mujer, y aquí ni modo de decir que me salio lo provinciano como a pukis, mas bien emergiò lo joto.

Mis visitas a “La Lechuga” eran ya más seguidas, lo permitía mi mejor status económico, y sobre todo mi gusto por oír a los five fingers; cualquier fémina era buena como pretexto: La Zeròn, La Pérez León, La Vasurto, La miss white, La Galbán, las manzanas I y II, Susi, (¡ah! Susi Susi, saludos Castru) y uno que otro ilícito más de los que “no recuerdo los nombres” *

“La Lechuga”, cuyas palomitas que servìan como botana se decìa eran anticonceptivas, y de las que màs de una de mis acompañantes pidió por kilo para llevar, actualmente está cerrada desde hace varios años junto con el Aristos, sin embargo escribo este relato como testimonio de lo importante que fue en mis años mozos y que trascendió en mi formación cultural, musical, sentimental y por que no decirlo, también en lo erótico. ¡Ah!, estos recuerdos fueron causados por la cercanía del año nuevo, y a que no encuentro un lugar para festejar como la memorable e insustituible “Lechuga”.





AGRADECIMIENTOS:

*A Rubén, por hacerme el quite con la gorda; aunque el muy cretino después se la cobró con creces, ya que cuando terminé con La Zeròn, él se la anduvo fajando y enc…

*A Ricardo, por su asesorìa en mi debut en “La Lechuga”; después liquidé esa deuda con un cuete tremendo que nos pusimos en el bar de la central, donde ya en puntos etílicos lloró sobre los cacahuates de la botana, por la chava del rinconcito.

* A todas las chicas que intencionalmente no mencioné en este relato por prudencia, ya que seguramente ahora son respetables abuelas y destacadas militantes del INSEN.

* A David Lujurias Fajardo por sus precisos recuerdos en el tema de la féminas y fechas, excepto en su fingida amnesia respecto a Susi, y en su obscena insistencia acerca de la 34.

***En aras de la más elemental justicia a las chicas que sì menciono en el relato, debo decir que había de todo como en la viña del señor, es decir: bonitas, feas; altas, chiquitas; exuberantes, flacas; inteligentes y no tanto; cultas y otras menos; ah, pero eso sí, todas estupendas bailarinas, mi agradecimiento absoluto a todas ellas por su afán inconmensurable en enseñarme a bailar; sin embargo mi problema para no haber aprendido a pesar de tan excelsas maestras, consiste en 4 factores fundamentales: mis pies, mi cerebro, y a que me valiò madres.



NOTA IMPORTANTE: Todos los personajes de este cuento son ficticios; cualquier semejanza con la realidad es mera y desafortunada coincidencia.


Autor: Benjamìn Torres Uballe; prohibida la reproducciòn total o parcial a travès de cualquier medio con fines de lucro, sin la autorizaciòn por escrito del autor.

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